Misiones de un Papá Inmigrante
Un Venezolano en Panamá
Nunca pensó en vivir fuera de Venezuela, de hecho, nunca había viajado fuera del país. Su situación lo llevó a emigrar a Panamá. Se decidió hacerlo sólo a pesar de tener esposa y dos hijas. Eligió este destino por varios amigos que le comentaron del mismo: “Es un país de oportunidades” le dijeron, aunque ninguno vivía en ese país, por lo tanto tendría que llegar solo.
Vivió un momento de desesperación justo antes de mirar la opción de Panamá. Se armó de valor y compró un pasaje, el más económico que llegaría a Tocumen a las 11:00 de la noche. Salió con una maleta y 500$ hacia su nueva vida.
Después de una despedida muy emotiva con su familia, con la promesa de un mejor futuro y reunirse todos en Panamá, partió. Llegaría tarde, sin tener a alguien que lo recibiera. Decidió que lo mejor sería dormir en el aeropuerto. Buscó un lugar, para apoyar su cabeza en la maleta y descansar, mientras el aeropuerto se iba quedando solo.
Misión 1. Comunicación
Al amanecer se levantó agradeciendo a Dios por estar en ese país. Se aseó en uno de los baños del terminal y salió con ganas de comerse al mundo. Su primera gran misión: comprar un celular inteligente para comunicarse con su familia. Primera vez que tendría uno, ya que no era muy asiduo a la tecnología, de hecho al día de hoy no cuenta con correo electrónico. Tiene cuenta en Facebook porque una amiga se la abrió. Ahí lo conocí, en un grupo de “Venezolanos en Panamá”.
Al salir del aeropuerto buscó la parada de Metrobus. Reconoció a una paisana y le preguntó por un lugar donde pudiera comprar el celular. Se dispuso a ir, pero cuando se enteró que para usar el Metrobus, tienes que tener una tarjeta especial y no la venden en el transporte, buscaría otra opción, exceptuando siempre el servicio de taxis por su elevado costo. Tendría que usar otro sistema de autobuses que aceptan efectivo, aunque no le aceptarían los billetes de 50$ que tenía, así que paró un taxi para que le cambiara en sencillo.
Ya en camino, recorriendo la ciudad en ese autobús, un “Diablo Rojo” como les dicen por su folclórica apariencia; con muchos sueños en la cabeza y contemplando el nuevo hogar. Llegó a un bulevar, similar a Sabana Grande en Caracas, me dice. Por fin compró su celular y se pudo comunicar con su esposa Anny, la emoción lo embargó. Llevaba más de 12 horas sin saber de su familia, que en esa situación parecen años. Había salido el domingo a las 8:00 p.m. de Barinas hacia Caracas y tenía vuelo hacia Panamá el lunes a esa misma hora. Llegó temprano a casa de un primo en la Capital, para esperar que sea la hora de partir al aeropuerto. En ese trayecto, Barinas-Caracas, no habló con su esposa; sólo lo hizo en Caracas por el celular del primo.
Misión 2. Morada
Lista la primera misión, prosiguió a buscar vivienda. Preguntó en la calle y la gente le decía que esa zona era peligrosa por la inseguridad. Así que movió todos los contactos que pudo en Venezuela para dar con algún tipo de alojamiento. El día transcurría, sin noticias y la desesperación se estaba acumulando. Faltando poco para que caiga la noche se sentó en la calle a comer el pan que le habían dado en el avión. Más de veinte horas sin comer. Mientras lo hacía se dispuso a leer una carta que su hija de 10 años le escribió, con instrucciones precisas de que lo hiciera estando en Panamá. Con un nudo en la garganta, por el pan, la carta y la desesperación de no conseguir vivienda, cayó en llanto.
Se le acercó una señora a consolarlo, pero no podía ni hablar, ni quería hacerlo, sólo pensaba en el: "Te amamos Papá". Entonces fue cuando recibió una llamada de Venezuela. Era Anny con la mejor noticia; el contacto que le daría alojamiento. Sin perder tiempo llamó y efectivamente había un espacio en esa vivienda que compartían cuatro venezolanos. Con 90 dólares mensuales se acomodaría en el piso de la sala.
Misión 3. Recursos
Lo siguiente era buscar trabajo, algo que se hizo más cuesta arriba. Aproximadamente dos meses, en los cuales se le acababa el dinero. En todas partes la respuesta era negativa y venía después de la pregunta: ¿Tienes papeles?
Sin desanimarse siguió buscando y ayudando a otros a pesar de su situación. Tuvo el valor de prestar todo su dinero a un extraño para que pueda entrar al país. Luego conoció un panameño que le daría la oportunidad de comenzar a trabajar.
Cuando iba a su primer día de trabajo, se montó un venezolano a vender en el bus. La mujer que se sentaba al lado de Alexis comenzó a quejarse con él: “Estos venezolanos nos están invadiendo, deberían irse” fueron sus palabras y Alexis sólo la escuchaba, hasta que ella le preguntó: ¿tú de dónde eres?, yo de Venezuela respondió. Ay disculpa, que vergüenza, pensé que eras colombiano. Ese muchacho sólo está buscando ganarse la vida, no le hace daño a nadie le dijo Alexis. Me cuenta él que casi no ha percibido la xenofobia: “más que todo en redes sociales”, excluyendo ese momento en el bus.
Misión 4. Compañía
Ya con trabajo y en camino de estabilizarse, el paso siguiente sería traer a su esposa Anny, para después, ganando más entre los dos, buscar a sus dos hijas.
Al poco tiempo de encontrar trabajo y sin dudarlo, le dijo a su esposa que la esperaba: “compra pasaje y vente”. A pesar de no contar con los 500$ que pide inmigración a los venezolanos para la entrada a Panamá, no se detuvo en su propósito. Habló con un amigo, que en alguna oportunidad le dijo, sobre como un familiar entró, con una carta de invitación de un panameño. Copió la carta, la imprimió y se fue al aeropuerto buscando personas que viajaran a Caracas donde el primo recibiría la carta. Recibió un “NO” de la primera persona, a la que le pidió el favor. Al lado, una señora que viajaba a Maracaibo con escala en Caracas, le dijo: “Tranquilo yo te la llevo”.
Muchos fueron los imprevistos que le surgieron al primo de Alexis, para que no pudiera llegar a tiempo al aeropuerto y encontrarse con la mujer que le daría la carta de invitación. Ella la dejó con una empelada de la aerolínea y más tarde el primo la pudo retirar.
Anny viajando ya a Panamá. Con la mezcla típica de emociones. Tristeza por dejar a sus hijas, nerviosismo e ilusión por la nueva vida que le esperaba y el rencuentro con su esposo. Él ya en el aeropuerto, esperando ansioso y el vuelo con retraso. Cuando por fin llegó Anny a tierras panameñas, eran las 9:00t de la noche. Ella no terminaba de salir. Alexis angustiado, al ver que, casi todos los pasajeros habían salido. Preguntó a varios funcionarios, hasta que le informaron que ella había sido retenida en inmigración y estaban esperando para regresarla en la mañana. Se venía el mundo abajo. Desesperado suplicó por verla y se negaron rotundamente: “Ella está incomunicada, se regresa mañana a Venezuela” le dijeron.
Desconsolado fue a comprarle comida y a duras penas logró que se la dieran. En el vaso del café le escribió un mensaje, animándola para que no perdiera la fe de que todo saldría bien. Regresó bien temprano al aeropuerto, para comprarle el desayuno y entregárselo con otra nota, asegurándole que regresaría pronto a encontrarse con él.
Efectivamente la regresaron en el primer vuelo a Caracas. La carta de invitación carecía del sello que la avalaba. A los pocos días lo intentaron de nuevo, con 500$ que un amigo le prestó a Alexis, o se podría decir: un ángel que acababa de conocer. Anny logró entrar a Panamá y reunirse con Alexis.
Ya los dos tienen trabajo y están ahorrando para traer a las niñas. Juntos se dan apoyo y fuerzas en los momentos de desánimo; ya falta poco para regularizar sus papeles.
Alexis les deja este mensaje a los que decidieron emigrar: “Planifiquen su viaje, boten el chip de lo que eran en Venezuela. Sean humildes y amables y verán como se les abren las puertas. Panamá es mi segundo hogar, aquí muchas personas me dieron la oportunidad; pero cuando mi país se recupere me regreso. Ese es mi sueño más grande; volver a compartir con la gente que extraño tanto, muy especialmente a Génesis mi cuñada, quien consiguió el contacto que me dio alojamiento, lo pasajes y mucha información; también a mi primo Rony que nos ayudó muchísimo."
" Dios cumplirá con Su cometido si tu cumples con el tuyo, y a cambio del tuyo Su recompensa será el intercambio de la percepción por el conocimiento. Nada está más allá de lo que Su Voluntad dispone para ti. Pero expresa tu deseo de recordarle, y ¡oh maravilla!, Él te dará todo sólo con que se lo pidas." Un Curso de Milagros
Nunca pensó en vivir fuera de Venezuela, de hecho, nunca había viajado fuera del país. Su situación lo llevó a emigrar a Panamá. Se decidió hacerlo sólo a pesar de tener esposa y dos hijas. Eligió este destino por varios amigos que le comentaron del mismo: “Es un país de oportunidades” le dijeron, aunque ninguno vivía en ese país, por lo tanto tendría que llegar solo.
Vivió un momento de desesperación justo antes de mirar la opción de Panamá. Se armó de valor y compró un pasaje, el más económico que llegaría a Tocumen a las 11:00 de la noche. Salió con una maleta y 500$ hacia su nueva vida.
Después de una despedida muy emotiva con su familia, con la promesa de un mejor futuro y reunirse todos en Panamá, partió. Llegaría tarde, sin tener a alguien que lo recibiera. Decidió que lo mejor sería dormir en el aeropuerto. Buscó un lugar, para apoyar su cabeza en la maleta y descansar, mientras el aeropuerto se iba quedando solo.
Misión 1. Comunicación
Al amanecer se levantó agradeciendo a Dios por estar en ese país. Se aseó en uno de los baños del terminal y salió con ganas de comerse al mundo. Su primera gran misión: comprar un celular inteligente para comunicarse con su familia. Primera vez que tendría uno, ya que no era muy asiduo a la tecnología, de hecho al día de hoy no cuenta con correo electrónico. Tiene cuenta en Facebook porque una amiga se la abrió. Ahí lo conocí, en un grupo de “Venezolanos en Panamá”.
Al salir del aeropuerto buscó la parada de Metrobus. Reconoció a una paisana y le preguntó por un lugar donde pudiera comprar el celular. Se dispuso a ir, pero cuando se enteró que para usar el Metrobus, tienes que tener una tarjeta especial y no la venden en el transporte, buscaría otra opción, exceptuando siempre el servicio de taxis por su elevado costo. Tendría que usar otro sistema de autobuses que aceptan efectivo, aunque no le aceptarían los billetes de 50$ que tenía, así que paró un taxi para que le cambiara en sencillo.
Ya en camino, recorriendo la ciudad en ese autobús, un “Diablo Rojo” como les dicen por su folclórica apariencia; con muchos sueños en la cabeza y contemplando el nuevo hogar. Llegó a un bulevar, similar a Sabana Grande en Caracas, me dice. Por fin compró su celular y se pudo comunicar con su esposa Anny, la emoción lo embargó. Llevaba más de 12 horas sin saber de su familia, que en esa situación parecen años. Había salido el domingo a las 8:00 p.m. de Barinas hacia Caracas y tenía vuelo hacia Panamá el lunes a esa misma hora. Llegó temprano a casa de un primo en la Capital, para esperar que sea la hora de partir al aeropuerto. En ese trayecto, Barinas-Caracas, no habló con su esposa; sólo lo hizo en Caracas por el celular del primo.
Misión 2. Morada
Lista la primera misión, prosiguió a buscar vivienda. Preguntó en la calle y la gente le decía que esa zona era peligrosa por la inseguridad. Así que movió todos los contactos que pudo en Venezuela para dar con algún tipo de alojamiento. El día transcurría, sin noticias y la desesperación se estaba acumulando. Faltando poco para que caiga la noche se sentó en la calle a comer el pan que le habían dado en el avión. Más de veinte horas sin comer. Mientras lo hacía se dispuso a leer una carta que su hija de 10 años le escribió, con instrucciones precisas de que lo hiciera estando en Panamá. Con un nudo en la garganta, por el pan, la carta y la desesperación de no conseguir vivienda, cayó en llanto.
Se le acercó una señora a consolarlo, pero no podía ni hablar, ni quería hacerlo, sólo pensaba en el: "Te amamos Papá". Entonces fue cuando recibió una llamada de Venezuela. Era Anny con la mejor noticia; el contacto que le daría alojamiento. Sin perder tiempo llamó y efectivamente había un espacio en esa vivienda que compartían cuatro venezolanos. Con 90 dólares mensuales se acomodaría en el piso de la sala.
Misión 3. Recursos
Lo siguiente era buscar trabajo, algo que se hizo más cuesta arriba. Aproximadamente dos meses, en los cuales se le acababa el dinero. En todas partes la respuesta era negativa y venía después de la pregunta: ¿Tienes papeles?
Sin desanimarse siguió buscando y ayudando a otros a pesar de su situación. Tuvo el valor de prestar todo su dinero a un extraño para que pueda entrar al país. Luego conoció un panameño que le daría la oportunidad de comenzar a trabajar.
Cuando iba a su primer día de trabajo, se montó un venezolano a vender en el bus. La mujer que se sentaba al lado de Alexis comenzó a quejarse con él: “Estos venezolanos nos están invadiendo, deberían irse” fueron sus palabras y Alexis sólo la escuchaba, hasta que ella le preguntó: ¿tú de dónde eres?, yo de Venezuela respondió. Ay disculpa, que vergüenza, pensé que eras colombiano. Ese muchacho sólo está buscando ganarse la vida, no le hace daño a nadie le dijo Alexis. Me cuenta él que casi no ha percibido la xenofobia: “más que todo en redes sociales”, excluyendo ese momento en el bus.
Misión 4. Compañía
Ya con trabajo y en camino de estabilizarse, el paso siguiente sería traer a su esposa Anny, para después, ganando más entre los dos, buscar a sus dos hijas.
Al poco tiempo de encontrar trabajo y sin dudarlo, le dijo a su esposa que la esperaba: “compra pasaje y vente”. A pesar de no contar con los 500$ que pide inmigración a los venezolanos para la entrada a Panamá, no se detuvo en su propósito. Habló con un amigo, que en alguna oportunidad le dijo, sobre como un familiar entró, con una carta de invitación de un panameño. Copió la carta, la imprimió y se fue al aeropuerto buscando personas que viajaran a Caracas donde el primo recibiría la carta. Recibió un “NO” de la primera persona, a la que le pidió el favor. Al lado, una señora que viajaba a Maracaibo con escala en Caracas, le dijo: “Tranquilo yo te la llevo”.
Muchos fueron los imprevistos que le surgieron al primo de Alexis, para que no pudiera llegar a tiempo al aeropuerto y encontrarse con la mujer que le daría la carta de invitación. Ella la dejó con una empelada de la aerolínea y más tarde el primo la pudo retirar.
Anny viajando ya a Panamá. Con la mezcla típica de emociones. Tristeza por dejar a sus hijas, nerviosismo e ilusión por la nueva vida que le esperaba y el rencuentro con su esposo. Él ya en el aeropuerto, esperando ansioso y el vuelo con retraso. Cuando por fin llegó Anny a tierras panameñas, eran las 9:00t de la noche. Ella no terminaba de salir. Alexis angustiado, al ver que, casi todos los pasajeros habían salido. Preguntó a varios funcionarios, hasta que le informaron que ella había sido retenida en inmigración y estaban esperando para regresarla en la mañana. Se venía el mundo abajo. Desesperado suplicó por verla y se negaron rotundamente: “Ella está incomunicada, se regresa mañana a Venezuela” le dijeron.
Desconsolado fue a comprarle comida y a duras penas logró que se la dieran. En el vaso del café le escribió un mensaje, animándola para que no perdiera la fe de que todo saldría bien. Regresó bien temprano al aeropuerto, para comprarle el desayuno y entregárselo con otra nota, asegurándole que regresaría pronto a encontrarse con él.
Efectivamente la regresaron en el primer vuelo a Caracas. La carta de invitación carecía del sello que la avalaba. A los pocos días lo intentaron de nuevo, con 500$ que un amigo le prestó a Alexis, o se podría decir: un ángel que acababa de conocer. Anny logró entrar a Panamá y reunirse con Alexis.
Ya los dos tienen trabajo y están ahorrando para traer a las niñas. Juntos se dan apoyo y fuerzas en los momentos de desánimo; ya falta poco para regularizar sus papeles.
Alexis les deja este mensaje a los que decidieron emigrar: “Planifiquen su viaje, boten el chip de lo que eran en Venezuela. Sean humildes y amables y verán como se les abren las puertas. Panamá es mi segundo hogar, aquí muchas personas me dieron la oportunidad; pero cuando mi país se recupere me regreso. Ese es mi sueño más grande; volver a compartir con la gente que extraño tanto, muy especialmente a Génesis mi cuñada, quien consiguió el contacto que me dio alojamiento, lo pasajes y mucha información; también a mi primo Rony que nos ayudó muchísimo."
" Dios cumplirá con Su cometido si tu cumples con el tuyo, y a cambio del tuyo Su recompensa será el intercambio de la percepción por el conocimiento. Nada está más allá de lo que Su Voluntad dispone para ti. Pero expresa tu deseo de recordarle, y ¡oh maravilla!, Él te dará todo sólo con que se lo pidas." Un Curso de Milagros
Alexi me convobio mucho tu palabra dió quiera que puedas tener a tus hija con usted pronto
ResponderEliminarHola primita como estas soy kevin
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